Henry Ford dijo una vez: “Tanto si crees que puedes como si crees que no, tienes razón”. Las creencias que un niño tiene sobre sus propias capacidades pueden llegar a bloquearlo aun cuando tiene capacidad más que de sobra para hacer aquello que se ha propuesto. ¿Ha escuchado alguna vez a su hijo decir que NO PUEDE antes de haberlo intentado? Esto puede deberse a que su hijo no ve más allá de sus creencias limitantes. ¡Siga leyendo para saber cómo detectarlas!

Una creencia es algo que damos como absolutamente cierto, y vivimos conforme a ello. Las hay de dos tipos: potenciadoras y limitantes. Las creencias potenciadoras son aquellas que, ciertas o no, nos llevan a la acción; es decir, a hacer cosas que queremos hacer. Las creencias limitantes tienen el efecto contrario, nos paralizan, nos llevan a la inacción, nos hacen creer que somos incapaces y, por tanto, nos desmotivan de intentarlo. En la etapa infantil se crean gran parte de las creencias que mantenemos de adultos y, a pesar de que las asumimos en una edad de inmadurez, no las revisamos en nuestra etapa adulta y dejamos que nos condicionen de por vida.

Las creencias se forman a raíz de lo que nos dicen, observamos o experimentamos. Un niño  es como una aspiradora, absorbe todo lo que le dicen padres, maestros, amiguitos, hermanos, etc., y el mayor inconveniente de esto es que, en la edad infantil, hacemos muy poco filtro.

“Si tomamos a las personas tal y como son, las haremos peores de lo que son. Pero si las tratamos como si fueran lo que deberían ser, las llevaremos adonde tienen que ser llevadas”.W. von Gohete

La clave de las creencias no es descubrir si las que tiene su hijo ―sobre sí mismo, sobre sus habilidades sociales, sobre su mundo en general― son ciertas o no, la clave es saber si le ayudan o no en sus objetivos o bienestar general.

Por ejemplo, si un niño cree que ES tímido, esto le condiciona para seguir comportándose  de forma tímida en todas aquellas ocasiones que le sirven para confirmar su propia creencia, y esto empeora aún más cuando los demás le describen como alguien tímido.

Para desmontar una creencia de este tipo no hay nada mejor que buscar situaciones donde NO SEA TÍMIDO y hacer que las tenga en cuenta. Por ejemplo, podríamos preguntarle ¿En qué situaciones te cuesta hablar?, y ¿en qué situaciones  no te cuesta?

Como tendrá ejemplos para ambas preguntas, tendremos argumentos para decirle: “Entonces no eres SIEMPRE TÍMIDO,  simplemente prefieres hablar en unos sitios más que en otros”… ¿Qué diferencia hay entre un lugar y otro? ¿Qué tiene de bueno no hablar en esos sitios en que eliges no hablar? ¿Qué necesitarías para tener eso tan bueno que te aporta el no hablar, hablando como lo haces en otros lugares?… Y seguir así hasta que comprenda que su comportamiento tímido no es como el que tiene el pelo castaño, sino  algo que él elige porque obtiene algo bueno de ello. El simple hecho de tomar conciencia de que es algo que elige (porque evidenciamos que tiene la capacidad de hablar libremente en otros contextos) le hace ir cambiando su propia creencia de “SOY tímido”.

Estas creencias son extensibles a otras muchas cosas, como “no se me dan bien las mates”. Una creencia así puede ser fruto de un mal comentario de alguien, o de un mal profesor de matemáticas más que de su propia capacidad para la materia; la cuestión es que, en el momento en que lo cree, su cuerpo y su mente reaccionan y se disponen para darle la razón.

Para ayudarle a detectar las creencias limitantes de su hijo reflexione sobre estas preguntas:

¿Cómo se habla a sí mismo su hijo? ¿Qué mensajes negativos se dice? ¿En qué situaciones es habitual oírle o actuar desde el NO PUEDO?

Una vez descubiertos estos mensajes limitantes, plantéese: ¿Qué está creyendo sobre esa situación? ¿Qué ventajas puede tener para él creer eso?… Esa ventaja detectada le va a dar pistas muy claras de las necesidades que tiene su hijo por cubrir. A veces, la creencias de un niño no “tapan” una necesidad no cubierta, simplemente las han aprendido así. En ese caso, lo más recomendable es que busque situaciones donde esa creencia no se cumpla, por ejemplo, si se le dan mal las mates pero contar los puntos de un juego se le da bien, o al comprar chuches sabe calcular las vueltas; así, poco a poco, iremos desmontando la creencia, la cuestión es hacerle ver que lo que cree como verdad incuestionable no lo es.

Tenga especial cuidado con las etiquetas que le pone a su hijo, pues algo que hacemos desde el absoluto cariño puede quedarse guardado en su subconsciente, condicionando su comportamiento y su concepto de sí mismo. Siempre y cuando sean etiquetas positivas que le empoderen será estupendo, pero si no es así, puede llegar a generarle un gran sufrimiento sin razón.

El efecto pigmalión es un caso muy estudiado en diferentes círculos académicos, que demuestran cómo lo que los demás creen de nosotros cala en nosotros hasta convertirse en una auténtica profecía autocumplida.

Su hijo necesita que usted crea en él, más de lo él cree en sí mismo; desde ahí podrá llegar a donde quiera.

Fuente: Pequeños Pensadores